Manu Ginóbili rumbo a la inmortalidad en San Antonio

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A Manu Ginóbili le esperan sensaciones inéditas. El exjugador está a solo días de regresar a la cancha de San Antonio y a la NBA, pero no para jugar. Esta vez, no llevará su camisa con el número 20 ni saldrá del vestuario, sino que verá su jersey hacerse inmortal en la cancha que lo vio crecer y triunfar como jugador, como persona.

El argentino confesó que ya le tiemblan las manos. Su emoción será diferente a las vísperas de tantas finales con los Spurs, pero no menos intensa.  

Será el noveno de la franquicia en lograrlo tras Tim Duncan en diciembre de 2016. Se sumará también al selecto grupo de las casi 200 retiradas en las 30 franquicias de la llamada mejor liga del mundo. Y a medida que se acerca la fecha convivirá más intensamente con lo que él mismo reconoció será una noche de emociones encontradas.

“Será un honor pero ya me sudan las manos cuando pienso en qué decir. Sé que la voy a pasar mal, de los nervios, de la tensión, de la responsabilidad, de la vergüenza… Y sí, es probable que llore… Tendré que aprender a dejarme llevarme por esa situación y tratar de disfrutarlo”, detalló Ginóbili.

Ginóbili prefirió no involucrarse en la organización del evento ni sugerir -tal como le consultaron- alguna preferencia para incluir en el homenaje. Optó por no saber qué es lo que preparan y entregarse a lo que anticipan será una noche de sorpresas. Con esas expectativas y toda esa carga emocional enfrentará ese momento en el partido en el que los Spurs reciben a los Cleveland Cavaliers.

Manu estará acompañado de su esposa Many y sus hijos Dante, Nicola y Luca para dirigirse a la primera fila donde ocupará el centro de la escena. Desde el instante en que su figura camine del pasillo hacia la cancha podrá estremecerse con una de las ovaciones más impactantes de su vida de las 18,000 personas que colmarán el estadio. Cada uno tendrá puesta una gorra negra con una franja en el frente con su silueta y con la inscripción “Gracias Manu”, que será entregada a todos los que adquirieron la entrada.

Tal vez en ese escaso lapso, son pocos pasos hasta la mitad de la cancha, podrá recorrer como en un flash sus intensos 41 años de vida, sus 23 como jugador profesional, y su amor por el básquet. Ese que empezó a gestarse en una familia muy vinculada a este deporte.

Manu es irrepetible, es el hijo de de la época dorada del básquet argentino con Bahía Blanca como Capital Nacional del Básquet y contemporáneo de la creación de la Liga Nacional cuando tenía ocho años de edad.

 Manu sentirá en la piel las sensaciones de esa época de su vida en el que la respiraba básquet por los poros.

Se acordará del Pibe que se obsesionó por crecer para poder competir en un deporte donde el tamaño siempre importa. Mientras sus hermanos y amigos no apostaban a que pudiera jugar siquiera a un nivel respetable. Se acordará del pequeño que jugaba al básquet con pasión pero que, paradójicamente, no logró ganar ni siquiera un sólo torneo durante su infancia y adolescencia.

En ese corto camino hacia el centro de todas las miradas en el estadio de los Spurs rememorará ese otro camino, el de sus sueños y frustraciones, especialmente estas últimas, que le permitieron forjar una personalidad que a fuerza de esos contratiempos, pero de una gran voluntad y ansias de superación conformaron al Ginóbili competitivo de los grandes logros.

Podrá percibir la desazón que sintió a los 17 años, aunque aún con más carga emocional, cuando en su primera temporada completa en la primera de Bahiense del Norte, el equipo que integraba no pudo mantener la categoría y descendió a la segunda división y cómo se sintió entonces responsable de la derrota y del descenso. Pero también cuando, desafiando los pronósticos médicos, le llegó el ansiado “estirón” -crecimiento tardío”, dijeron- y con él un desarrollo en su juego que sorprendió a propios y a extraños.

Lo demás es historia. Un exitosos camino en Italia y 17 temporadas en los Spurs que elevaron en leyenda. El camino que él mismo definió cuando anunció su retiro como “un viaje fabuloso”.

Allí estará toda su familia y los compinches que viajarán para acompañarle en el AT&T Center. Y cuando Manu llegue al centro de la escena se encontrará con R.C. Buford, el manager general de la franquicia, y el ya legendario Gregg Popovich, mentor del extraordinario equipo texano.

También estarán Tim Duncan y Tony Parker para conformar nuevamente aunque sea sólo por un rato el llamado “Big Three”, el trío con más triunfos en la historia de la NBA. Parker será el que abra los discursos seguido seguramente por Duncan y Popovich.Todos allí reunidos para intentar traducir en palabras el reconocimiento por su figura. Luego será el turno del propio Ginóbili.

Allí estará, micrófono en mano, jugando un partido al que no está acostumbrado. El que siempre lo incomodó. Esta vez no podrá evitar ser el actor principal y que no lo sea el equipo. Para más allá de sus palabras, con sus nervios, vergüenza y emoción, recibir en ese preciso momento y de una sola vez un abrazo generalizado, sentido y profundo de quienes aprecian su talento, su personalidad y su calidad humana.

Valores que ningún anillo inteligente puede medir, ni siquiera los cuatro que ganó con los Spurs, y que quedarán simbolizados en el instante culmine de la ceremonia cuando su camiseta número 20 quede expuesta en lo más alto del AT&T Center por los tiempos de los tiempos.

La NBA preparó una página en honor a la despedida de Ginóbili : Gracias Manu.

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